La Pobreza: El Grotesco Teatro de la Desarmonía humana.
La pobreza no es un capricho del destino, es una construcción humana deliberada y de característica homicida en un escenario donde la hipocresía se pavonea moralista mientras sostiene la miseria con descaro. La riqueza repugna por la ausencia de armonía, esa falta de estética en el paisaje social que tolera el hambre junto a la opulencia, que exibe el exito como burla al fracaso. La cooperación, ese acto de tejer un mundo equilibrado, es aplastada por el egoísmo, un individualismo canalla que prefiere el caos a la dignidad armónica colectiva.
El elenco es patético: la perversidad con vocación en destruir lo común; el cinismo de elegir opciones que fracturan mientras se postea empatía; la autodestrucción de rendirse a la desgracia, como si cinco generaciones consecutivas de fracasos colectivos no hubieran aprendido nada; el parasitismo de la inutilidad que vive del esfuerzo ajeno; la indolencia de la desidia que mira el dolor desde un púlpito; la traición política del abandono que deja a los suyos enterrados; la cobardía de la depresión que elige no pelear; la negligencia criminal de la inconsciencia que ignora el daño; la estupidez voluntaria de la ignorancia que se jacta de no saber y no poder ; el oportunismo vil de la conveniencia que lucra con la miseria; el salvajismo de una supervivencia que pisa sin mirar; la tiranía del poder que aplasta para mandar; el egoísmo extremo que se cree el ombligo del mundo; la usura despreciable de la avaricia que desfigura el paisaje humano; y la depravación de las perversiones que hacen del sufrimiento un goce sadomazoquista.
Los olvidados llevan la peor parte: los nacidos con insuficiencias físicas, condenados por una exclusión cruel que les tira migajas de lástima; los enfermos transitorios y crónicos, sepultados por un desamparo negligente que les niega alivio; y la vejez abandonada, descartada por un desprecio inhumano que los manda al olvido. El telón se sostiene con el silencio cómplice de quienes saben y callan, la anomia social de una sociedad que se desarma en apatía, y la falta de escrúpulos humanitarios de quienes lloran mediaticamente pobreza pero no mueven un dedo.
La pobreza, es un sistema de descarte creado por nosotros mismos, que prospera porque todos, con lágrimas cínicas, le ponemos ganas genocidas. ¿Queremos cambiar esta logica macabra? Dejemos el teatro, y las frases de autoayuda, forjemos conocimiento y construyamos un paisaje en nuestra conciencia donde la dignidad que da la belleza de las acciones no sea una utopía.
Ciertamente la humanidad, inmensamente rica en oportunidades, es diametralmente pobre porque quiere. Enseñémonos a pescar solidaridad para dejar de una buena vez por todas se nos de solo a algunos, porque otros mueren.
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