yo la nada y mi fe

      Cuando me di cuenta que estaba todo perdido, que ya no había más que hacer, irremediablemente sin posibilidad alguna de sobrevivir, cerré los ojos y traté de ver la película de mi vida, esa, la que dicen pasa en un segundo por la mente de uno, cuando creemos que nos vamos hacia ese no sé dónde de ese más allá de teóricas partículas distintas; En el esfuerzo solo vi la oscuridad que producían mis párpados, tan oscuro todo como el miedo que me invadía, tan oscuro como el recuerdo de aquella primera vez en que nos apagan la luz cuando niños. Solo sentí muy profundo, como nunca había sentido jamás, un sentir omnipresente,  parecido al que sentimos por un breve instante, cuando experimentamos abandono, el desamparo, ese sentir de la ausencia de todo sentimiento, el sentir de no significar nada para nadie en la existencia, el sentir de no sentir. Fue allí, en ese instante, que apareció ante mí la magnífica revelación: el sentir de la nada misma, la magnífica nada, inconmensurable, bella, tan bella que al contemplarla me provocó la poderosa manifestación de conocer el conocimiento más profundo que un humano es capaz de lograr, el de autopercibirse uno mismo, omnipresente, en ese espacio propio de la conciencia de uno ante la fe. Notable, me siento creado, existo en la eterna nada, existo, sin pasado ni presente ni futuro, eterno, en ese instante, en el eterno instante.

Aquí estoy yo la nada y mi fe. Ahora sí, te siento, sé que estás en mi, creador.

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