recuérdate, hermano, recuérdame.
Escuchá, acordáte, detengámonos a ver qué pasó con quien estaba a nuestro lado y dentro nuestro en algún momento de la vida. Recuerdate, hacé memoria, pensaba distinto, no éramos igual al resto; a las cuatro de la madrugada decía cosas que no entendíamos, pero igual lo escuchábamos, en silencio, mirando hacia la nada ¿te recordás ahora con una copa de vino en mano que se repetía una y otra vez al trote lento de la mente en reposo, el corazón contento y charlatán, hasta que comenzábamos a comprender las cuitas del sentimiento dichas en palabras?. ¿Recordás?... dale, recuérdate, hermano, recuerdame. Estábamos ahí, sin disfraces, con nuestros sentimientos y sueños a la intemperie a pecho descubierto, en el mejor momento de nosotros, cuando no nos importaba un carajo si éramos alguien.
Sublime!
ResponderBorrar